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Un pleito sobre la representación de La despreciada querida,

de Juan Bautista de Villegas, y La tragedia por los celos,

de Guillén de Castro, en Potosí (1631)*

 

 

VERÓNICA ARENAS LOZANO

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

© 2008 Midesa s.r.l.

 

 

En la actualidad al hablar de “cartel” o “cartelera”, todos tendemos a pensar en los sugerentes carteles anunciadores que se fijan por las calles como los cinematográficos, los de representaciones teatrales e incluso los anunciadores de corridas de toros, género típicamente español, o los publicitarios. Pero ¿cuándo y dónde surge el “cartel”?, ¿qué funcionalidad ha tenido desde su invención?

Sabemos que los primeros carteles surgieron en el último tercio del siglo XVI y su función era meramente informativa: textos sin intenciones artísticas, raramente acompañados de alguna imagen grabada. De hecho, hasta finales del siglo XVIII los carteles conservaron un aspecto austero que ha ido perfeccionándose hasta los conocidos hoy en día. No obstante, nuestro objetivo no es explicar la evolución del cartel desde su invención sino ofrecer ‒pese a la escasa bibliografía existente sobre el tema‒ una panorámica general de su uso y función en los Siglos de Oro, centrándonos en el estudio de un cartel desconocido de La despreciada querida, comedia autógrafa de Juan Bautista de Villegas atribuida desde fechas muy tempranas a Lope de Vega.

El cartel no sólo se caracterizaba por su valor informativo sino que tenía la función de atraer al público que se dejaba convencer por aquello que le transmitía. Sin embargo, pocos son los carteles conservados[1] de los Siglos de Oro, hecho que contrasta con las numerosas referencias a ellos encontradas tanto en documentos[2] como en obras literarias de la época[3] e incluso referencias a su contenido,[4] lo que da cuenta de la importancia que debieron de tener en nuestro teatro áureo como objeto de reclamo para conseguir la afluencia del público. No obstante, recordemos que en la época había un alto nivel de analfabetismo, y el hecho de que el cartel constase sólo de letras, sin ninguna imagen añadida, restringía el acceso a la lectura por parte del público analfabeto.

En El viaje entretenido (1603) Agustín de Rojas hacía referencia a “Cosme de Oviedo, aquel autor, de Granada tan conocido, que fue el primero que puso carteles[5]”, como inventor de la costumbre de anunciar las comedias mediante este recurso.[6]

Hay que tener presente que, en la época, los carteles eran simples papeles u hojas sueltas que se fijaban en determinados lugares públicos para anunciar las representaciones que se realizaban, generalmente, ese mismo día o a la mañana siguiente. Si a este hecho unimos los continuos cambios de cartelera a los que los autores se veían obligados, no es de extrañar que la mayoría de ellos se perdieran. Éste es el caso del cartel de representación de La despreciada querida que se encuentra en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, con sede en Sucre, en el fondo de la Audiencia de la Plata, serie Expedientes coloniales, año 1631, nº 7, con dieciséis hojas.[7]

La conservación de dicho cartel ‒que consiste en una simple hoja suelta‒ se debe a su inclusión en un legajo de documentos notariales ‒escrituras y poderes‒ de 1631. Se trata de dieciséis folios, con numeración independiente, que corresponden a un proceso judicial emprendido, el 3 de mayo de 1631, por el autor de comedias Antonio de Encinas contra el también autor de comedias Francisco Hurtado por 800 pesos. Esta documentación inédita del citado pleito es la que presento brevemente, por razones de espacio, en este artículo y que analizo más ampliamente en mi tesis doctoral.[8]

La rivalidad entre ambos autores se debía a que Francisco Hurtado “representante, residente en esta villa imperial de Potosí[9]” había incumplido una escritura de obligación, fechada en esta ciudad de Bolivia el 12 de marzo de 1631, por la que se comprometía con Antonio de Encinas a no representar con su compañía en la Ciudad de la Plata, “para donde estoy de partida”, cuatro de las comedias que “están en la dicha mi compañía y que se intitulan: El ingrato[10], La despreciada querida[11], El [¿desprecio?] con fuego [y] La tragedia por los celos[12], más otras tres El purgatorio de San Patricio[13], En los indicios la culpa[14] [y] El dudoso en la venganza[15], que le había entregado Antonio de Encinas el mismo día de la firma de la escritura y que desde ese momento incorporaba a su repertorio. En caso de representar alguna de las siete comedias, pagaría una multa de “cuatrocientos pesos corrientes de a ocho reales que es lo que se podrá sacar de la entrada” por comedia realizada.

Sin embargo, en una escritura posterior fechada el 28 de mayo del mismo año, el procurador Antonio González del Pino, en virtud del poder entregado por Antonio de Encinas “residente al presente en la ciudad de Potosí” el 19 de mayo y en su nombre, presentó una demanda contra Francisco Hurtado “ansimesmo autor de comedias que al presente representa en esta ciudad [de Potosí]” por incumplir lo acordado. Lo acusó de representar “en dicha ciudad dos comedias de las contenidas en la dicha escritura, nombradas la una, La despreciada querida y, la otra, La tragedia por los celos, como consta de la una dellas por ese cuartel y testimonio que me dio Diego Gutiérrez, escribano público, de haberse desfijado en presencia de tres testigos que presentó con el mismo juramento”.

Aunque entre la documentación no se conserva ninguna escritura en la que Francisco Hurtado reconociese el incumplimiento, de la misma se desprende que sí llegó a representar dos de dichas obras: La despreciada querida y La tragedia por los celos. Es más; gracias a una escritura fechada el 3 de mayo de 1631, sabemos que la comedia de La despreciada querida se representó el sábado 3 de mayo de 1631 en la Ciudad de la Plata (Bolivia), pues en ella Diego Gutiérrez, escribano de la Ciudad de la Plata (Bolivia), hacía constar que “doy fe que hoy sábado tres de mayo como a las tres horas de la tarde poco más” Antonio González de Pino en nombre de Antonio de Encinas “me pidió le diese testimonio como quitaba [de la pared] de la esquina de las casas de la […] un papel escrito [pegado] que decía lo siguiente: La famosísima comedia de La despreciada querida de Lope de Vega, nueva de esta última parte que agora vino, se representa oy sábado” y aportó como testigo al padre Fray Pedro Gutiérrez, caballero de la Orden de […] de la Merced y a Miguel Gutiérrez de Guerra, colegial […].

El cartel de representación conservado de la comedia de La despreciada querida al que hacíamos referencia anteriormente, es el “papel escrito” que mencionaba la escritura y que Antonio de Encinas arrancó de la pared y aportó, como prueba inculpatoria, en la demanda de acusación interpuesta contra Francisco Hurtado por haber incumplido su compromiso.

El proceso legal siguió al menos hasta el mes de julio pues entre el legajo de documentos se conservan varias escrituras posteriores a las señaladas, datadas los días 3, 5, 12 y 20 de junio de 1631 y los días 4 y 8 de julio del mismo año.

En la escritura del 3 de junio, Francisco Hurtado reconoce haber recibido una demanda de Antonio González del Pino, en nombre de Antonio de Encinas, “en que pide se despache al dicho su presente recaudo para cobrar de mí ochocientos pesos que dice le devo del interés de cierta escritura” pero que se niega a pagar y ordena “mande se ponga en la causa la protestación que hago de alegar escepciones dentro del término de la ley y pido juez y costas y para ello”.

Ante la negativa del autor, el apoderado de Antonio de Encinas pide en una escritura a “Vuestra merced”, el día 5 de junio, que impida que represente, como ya hizo, las comedias que se comprometió a no hacerlo en una anterior escritura, porque “la pasqua que viene trata de representarlas”. En otra, fechada el 12 de junio, pide a “Vuestra merced” que obligue a Francisco Hurtado a pagarle los 800 pesos por las dos comedias “que hasta agora ha representado”. Pero no debió de recibir respuesta por parte de las autoridades judiciales tal y como se desprende de una nota, del 21 de junio, por la que el juez de provincia indica que “esta causa se acumula a la que está en esta audiencia [de la Ciudad de la Plata]”.

A estas demandas interpuestas por Antonio González, en nombre del autor Antonio de Encinas, siguen las consiguientes escrituras con las respuestas de Francisco de Hurtado, fechadas el 20 de junio y los días 4 y 8 de julio de 1631 en la Ciudad de la Plata. En ellas, el autor demandado pide justicia ante “Vuestra Alteza” acusando de rebeldía a Antonio de Encinas por no responder a una notificación suya en la que le pedía que “se declarase por pasado en cosa juzgada el auto o decreto”, pues el juez de provincia había ordenado archivar el caso.

La última huella documental, que evidencia el largo proceso de la querella criminal entre ambos autores, se pierde en la última de las escrituras mencionadas, la del 8 de julio de 1631. No obstante, tras la lectura de todos los documentos conservados da la impresión de que la querella se alargó hasta fechas tardías pues ninguno de los dos autores parecía estar dispuesto a ceder ante las peticiones de su rival.

El cartel de representación de la comedia La despreciada querida (1631) que se incluye entre la documentación estaba destinado a desaparecer tras cumplir con su única función: anunciar la representación de la comedia, pero se conservó como prueba material de que Francisco Hurtado la había representado en la ciudad.

El tipo de papel es de la época, sin filigrana, y está más ajado que el de las hojas de los documentos que se incluyen en el legajo. Esto no es extraño pues antes de aportarse como prueba material sirvió como cartel, expuesto en la vía pública, mientras que el resto de papeles corresponden a escrituras. Sus dimensiones son 31 centímetros de alto por 42 de ancho.

Todo el cartel está escrito con tinta negra en carácter cursivo y en él se indican el título de la comedia ‒La despreciada querida‒, el nombre del dramaturgo al que se le atribuye ‒Lope de Vega‒[16], el importante anuncio de comedia “nueva”[17], es decir, jamás vista en la ciudad, lo que aseguraba una mayor afluencia de público, seguido de “esta húltima Parte que agora vino[18]” ‒y el día de la representación‒ “oy sábado”[19]. En el lateral izquierdo inferior, en letra de otra mano y prácticamente ilegible, no obstante, entendemos: “Chitóse [….] Pedro Gutiérrez, caballero de la orden de […] de la merced y Miguel Gutiérrez de Guerrero, colegial del colegio […]”. Estos nombres coinciden con los de los dos testigos que el escribano Diego Gutiérrez certificó que habían visto a Antonio de Encinas arrancar el papel de la pared. Esta coincidencia, así como la palabra “Chitóse”, nos induce a pensar que esta información fue añadida con posterioridad, es decir, una vez entregado el cartel al escribano.

Esta es la última fecha ‒mayo de 1631‒ en que tenemos documentada la representación de la comedia y, sobre todo, la única noticia de representación de La despreciada querida fuera de la Península.

Hasta el momento desconocemos la trayectoria profesional de los directores de las compañías, Antonio de Encinas y Francisco Hurtado. No aparecen documentados entre los más de 6.000 biografiados que se han reunido en la base de datos del Diccionario biográfico de actores del teatro clásico español.[20] Quizá fueron autores profesionales nacidos en América que representaban con sus compañías en los teatros fijos de las cortes y ciudades importantes, como lo era Potosí, rica zona minera en la época. Pero su identificación resulta complicada ya que en América no existía una asociación que acogiera a los actores, como ocurría en España, donde en 1632 se fundó la Cofradía de Nuestra Señora de la Novena, primera asociación de carácter gremial de los actores españoles, aunque sí que dependían de algún hospital o de la Hermandad que los regentaba. Así, el Coliseo de Potosí dependía del Hospital de la Vera Cruz, creado por el virrey Toledo para la curación gratuita de los indios que trabajaban en las minas y los ingenios (Wilde, 1998). También cabe la posibilidad de que fuesen directores teatrales españoles que llegasen con sus compañías a América y trajesen en su repertorio obras de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón. De hecho, según Maya Ramos Smith (1998: 77, 93), en la Península se hablaba mucho de aquellos audaces actores que habían partido para “hacer las Américas”, que bien pudieron ser jóvenes talentosos aún desconocidos.

El hallazgo de este cartel de representación de La despreciada querida conservado en Bolivia, así como el análisis de la documentación que aquí he presentado brevemente,[21] contribuyen a ampliar una de las parcelas de estudio del teatro de Siglo de Oro prácticamente desconocida: la referida a los carteles de representación.

 

 

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* Este artículo fue publicado en 2006 en Teoría hablamos de Literatura. Actas del III Congreso Internacional de Aleph. La versión en línea que aquí presentamos ha sido revisada (© 2008 Midesa s.r.l.).

[1] Hasta el momento sólo tenemos constancia documental de cuatro carteles de representación, dos de ellos de carácter burlesco, encontrados en la Biblioteca Colombina de Sevilla, publicados por Reyes Peña (1984). En un artículo posterior (1993), esta investigadora reproduce los otros dos testimonios gráficos conservados ofreciendo un estudio de conjunto: tamaño, tipo de letra y colorido, información suministrada, etc.

[2] Numerosos son los casos encontrados entre la documentación en los que se hace referencia al uso del cartel como indicativo de representación de una comedia por una compañía determinada y por este motivo, ofrecemos a continuación algunos extractos. Por ejemplo, hay constancia de que, aunque el 18 de julio de 1622 la agrupación de Simón Aguado había puesto cartel anunciando una comedia nueva para el día 19, no representaron en los corrales de Madrid (Varey y Shergold, 1973). En un certificado del 26 de abril 1659 se indicaba que se puso “cartel de la compañía de [Sebastián de] Prado y [Alonso de] Olmedo” ‒Olmedo debe de ser un error por “[Juan de la] Calle”, coautor de la compañía junto con Prado en esas fechas‒ este día en el corral de la Cruz de Madrid (Varey y Shergold, 1973: 231). En un certificado del 16 de febrero de 1661, se indicaba que desde el 12 de ese mes hasta Carnaval, Juana de Cisneros no podía representar en el Corral por estar ensayando la fiesta grande a Su Majestad en el Retiro de Madrid, habiendo sido “reñida” por el marqués de Heliche por haber puesto carteles [en el corral del Príncipe] y haber actuado el día 13 (Varey y Shergold, 1973; Pérez Pastor, 1905 y 1914). Este mismo año, se indicaba que a causa de los ensayos, la compañía de Escamilla dejó de representar en el corral de la Cruz, como hizo constar el 8 de julio el escribano que comprobó que la agrupación de Escamilla no tenía puesto cartel para representar en la Cruz (Varey y Shergold, 1973; Pérez Pastor, 1905). Asimismo, entre las condiciones del contrato firmado en 1673 entre Matías de Castro y Laura [de Herrera, arrendadora del corral de la Montería], se dice que “es condición que el día en que no hubiere gente en la casa corral de la Montería, y estuvieren puestos carteles, se hayan de ajustar la compañía con la dicha Doña Laura, conforme al estilo” (Sentaurens, 1984: 525, nota 58). En 1680 un escribano atestigua que “he visto a las dos del día en el corral despedir la gente que había en él y quitar los carteles que estaban puestos para representar dicha compañía” (Varey y Shergold, 1975: 181).

[3] Reyes Peña (1984) ofrece varios ejemplos de obras literarias en las que se recogen alusiones a carteles, como El viaje entretenido, en el que Agustín de Rojas Villandrado hace referencia al actor Cosme de Oviedo como inventor de tales carteles, como más adelante veremos.

[4] En el apartado 6º del “Reglamento de teatros de 1608” se dice: “6. Que en los carteles, pongan [los autores] claramente las comedias que han de hazer, y representen cada dia, y el que por justa causa lo dexare de hazer, de quenta dello al señor del Consejo so la dicha pena” (Varey y Shergold, 1971: 48).

[5] Véase el testimonio recogido por Agustín de la Granja (1989) que enmienda el pasaje de la obra de Rojas Villandrado que cito (1972). El sistema vigente antes de que surgiera el cartel era anunciar las comedias pregonando al son de un tambor, como bien indica el autor Nicolás de los Ríos: “Fui a buscar un tamborino, hice una barba de un pedazo de zamarro y fuime por todo el pueblo pregonando mi comedia” (Rojas Villandrado, 1972: 133-34). En 1602 Luis Téllez de Guzmán se comprometía con el autor Luis de Oviedo para tocar el tambor antes de la representación para atraer a la gente a ver las comedias (Rodríguez Marín, 1914; Sentaurens, 1984).

[6] En diversos documentos se indica que la tarea de algunos actores consistía en escribir y poner los carteles de las comedias de la compañía de la cual eran miembros. Por ejemplo, en 1594 el actor Alonso del Castillo se comprometía a escribir los carteles de las comedias en la compañía de Alonso de Cisneros (Fernández Martín, 1988; Rojo Vega, 1999). En 1603 Dionisio Vázquez acordó con el autor Antonio Granados representar “todas las comedias y entremeses, públicos y secretos, y sirviendo y haciendo todo lo demás que se me ordenare, y haciendo carteles, y yendo a todas las partes que fuere la compañía” (San Román, 1935: 84). Asimismo, en 1616, otro actor, Pedro de Herrera, se comprometió a escribir los carteles y apuntar las comedias (Llorden, 1974). En fechas más tardías Pedro de Palacios se obligó “en el ministerio de apuntar, sacar papeles y hacer los carteles” (Rojo Vega, 1999: 349), Francisco de Rueda, en 1638, “para apuntarles las comedias y hacerlas y hacer carteles” en la compañía de Bartolomé Romero (Pérez Pastor, 1901: 281), y en 1639 Agustín Romero para “apuntar y hacer carteles” en la agrupación de Francisco Vélez de Guevara, Pedro de Cobaleda y Francisco Álvarez [de Vitoria] (Pérez Pastor, 1901: 308). En un documento de finales de siglo se especifica que Domingo de la Cueva, apuntador de la compañía de José Antonio Guerrero y este autor tenían que hacer los carteles con los títulos de las comedias que la compañía fuese a representar (Pascual Bonis, 1990).

[7] Agradezco especialmente a María Elisabeth Mollinedo, secretaria del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, el haberme facilitado con rapidez y eficacia, tanto el cartel de representación como toda la documentación conservada en relación al pleito en que se insertaba.

[8] Que versa sobre Juan Bautista de Villegas: actor, autor y dramaturgo del siglo XVII.

[9] Para facilitar la lectura, en la trascripción de diversos fragmentos a lo largo del artículo, desarrollo las abreviaturas, sigo el uso moderno en la acentuación y en el empleo de las letras mayúsculas y minúsculas y doble r- inicial, que reproduzco como simple, y puntúo y separo las palabras con criterios actuales.

[10] Morley y Bruerton (1968) la incluyen dentro de las “comedias dudosas” de Lope de Vega, escrita entre 1620-35, ya que se conserva una Suelta a su nombre pero, como bien indican, también existen otras Sueltas a nombre de Calderón. Por otro lado, el hecho de que dicha comedia ya se estuviese representando en 1631, reduce el período hipotético de su elaboración de 1620 a 1630.

[11] Comedia autógrafa de Juan Bautista de Villegas aunque desde fechas muy tempranas circulaba por los teatros a nombre de Lope de Vega. Sobre la dudosa autoría de la comedia de La despreciada querida, véase Arenas Lozano (2004).

[12] Según Paz y Melia, en la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva una copia manuscrita de La tragedia por los celos con una nota final en la que se indica: “Acauóla D. Guillén de Castro en Madrid a 24 de diciembre de 1622 años para Antonio de Prado. Sacóse del verdadero original fielmente y está a la letra con él Fr. Antonio López de la Madrid”. La obra lleva licencias de 1628 y contiene una indicación en la primera página precisando que “sacóse del verdadero original, fielmente, en el año 1627” (Paz y Melia, 1899: 302, nº 3299).

[13] Autógrafo Ms. Res. 89 conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid con licencia de representación en Valencia el 8 de octubre de 1640, otra de 1652 para Madrid, por Juan Navarro de Espinosa (Urzáiz, 2002). Atribuida a Calderón, sabemos que figuraba en el repertorio de Juan Jerónimo Valenciano en 1628 (Mérimée, 1913). Hay constancia de que en España el jueves 10 de junio de 1683 la compañía de Matías de Castro realizó una representación particular en el Palacio del Alcázar (Subirats, 1997; Varey y Shergold, 1973) y que en 1716 se representó los días 26 y 27 de septiembre por la agrupación de Francisco Antonio (Alonso Cortés, 1923).

[14] Existía un autógrafo de 1620 en Osuna, hoy perdido (otro en Parma). Es de Lope de Vega (Urzáiz, 2002).

[15] También conocida como Las canas en el papel y dudoso en la venganza. Atribuida a Calderón en la Parte XIV de “comedias nuevas” (Madrid, 1660), aunque él mismo dijo que no era suya (Urzáiz, 2002). Fue representada el 31 de agosto de 1631 por Lorenzo Hurtado (Shergold y Varey, 1963).

[16] Recuérdese lo indicado en una nota anterior acerca de la atribución de esta comedia a Lope de Vega. En América, Lope de Vega fue uno de los dramaturgos más afamados durante los Siglos de Oro, cuyos textos circulaban mucho en el virreinato, junto a los de Góngora, Calderón o Rojas Zorrilla. Por tanto, el hecho de que la comedia a representar fuera una de las suyas servía como reclamo en el cartel para atraer al público.

[17] Obsérvese el concepto de “nueva”, en 1631, cuando dicha comedia empezó a representarse diez años antes en España, concretamente en mayo de 1621 en Valencia (Arenas Lozano, 2004).

[18] Si interpreto correctamente el cartel, se podría aludir a la Parte XXIII de comedias de Lope, Valencia, 1629. Sobre los problemas de esta Parte, véanse Profeti (1988) y Hernández González (1992). De este asunto trato más ampliamente en mi tesis doctoral.

[19] Por las declaraciones del escribano Diego Gutiérrez, sabemos que se trata del sábado 3 de mayo de 1631, y que el cartel ya se había colocado por la mañana temprano, como era costumbre, pues dicho escribano da fe de lo acaecido a las tres de la tarde del mismo día.

[20] Proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, hoy Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (nº de referencia HUM 2005-00560/FILO) en el que colaboro como becaria FPI, bajo la dirección de la Dra. Teresa Ferrer Valls. La existencia de esta base de datos en la que se han vaciado alrededor de unas doscientas fuentes bibliográficas, me ha sido de estimable ayuda.

[21] Lamentablemente, por problemas de espacio no es posible reproducir en el presente artículo la ilustración de dicho cartel. No obstante, remito a Barnadas y Forenza (2000) donde se ofrece la imagen.