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El Quijote en la enseñanza: propuesta didáctica e interpretación de Samuel Gili Gaya*

 

 

LOLA GONZÁLEZ MARTÍNEZ

UNIVERSITAT DE LLEIDA

© 2008 Midesa s.r.l.

 

 

Celui qui est maître du livre

est maître de l’éducation

 

Jules Ferry

 

El propósito de esta comunicación[1] es dar a conocer uno de los documentos inéditos que configura el archivo profesional del profesor y académico don Samuel Gili Gaya: un manuscrito en veintiséis cuartillas escritas en tinta azul que se ha conservado íntegro.

El conocimiento, estudio y divulgación de esta conferencia inédita ha sido posible gracias a la gestión que, en su día, la profesora y colega, doctora Neus Vila Rubio, consciente del extraordinario valor de este material tras estudiarlo concienzudamente para la realización de su tesis doctoral, llevó a cabo con la familia de don Samuel para que su archivo profesional y biblioteca fueran legados al Departamento de Filología Hispánica de la Universitat de Lleida. Desde 1993, la biblioteca de Gili Gaya, formada por unos dos mil quinientos volúmenes aproximadamente, y en la que ocupan un lugar destacado las ediciones de obras y estudios de la literatura del Siglo de Oro (uno de los principales temas de investigación, junto al de la lengua española) de don Samuel, se encuentra depositada en la Sala de Legados de la Biblioteca de la Facultad de Letras de la Universitat de Lleida, mientras que el archivo profesional lo custodia el Grupo de investigación de lengua y literatura española Samuel Gili Gaya.

En el momento de redactar este trabajo puedo afirmar que dicho archivo se encuentra ya definitivamente catalogado. Su consulta pronto será posible ya que la intención del equipo que trabaja en él, y al cual pertenezco, es la de digitalizar los documentos para que puedan ser consultados vía Internet.

Como anuncio en el título, este trabajo trata de la enseñanza de la literatura y de algunas de las ideas que sobre este asunto Samuel Gili Gaya trajo a colación a propósito de la conferencia que impartió en 1965[2] en el Instituto de Enseñanza Media de Torrelavega, en Santander, bajo el sugestivo título “¿Por qué leemos el Quijote?”. Como puede intuirse, Gili Gaya establece una clara y directa opinión, aunque quizá sólo en apariencia, sobre la enseñanza de la literatura, así como una interpretación bastante personal de la inmortal obra de Cervantes, que trataré de exponerles con la mayor brevedad posible.

Como acabo de mencionar, en 1965, don Samuel Gili Gaya se desplazó a Torrelavega para impartir una conferencia, con motivo de la inauguración de la remodelación del centro. Según explica el profesor, el tema de la conferencia, sugerido por la Asociación de Padres, promotores de la invitación, debía tratar de la importancia de la lectura en la formación de la persona y de la influencia de la televisión en dicha actividad. En el momento de impartir la charla, faltaba poco para que se cumpliera el décimo aniversario de la inauguración de la televisión en España, que tuvo lugar en 1956.

Para corresponder a la gentileza de la invitación y exponer algunos de los motivos por los que es conveniente y necesaria la lectura en la etapa de la adolescencia, Gili Gaya eligió como punto de referencia el Quijote, uno de sus libros preferidos tanto en el ámbito personal como académico, que fue objeto de exposición en cursos, conferencias y charlas a lo largo de su carrera docente. A modo de ejemplo, en el tiempo en el que nuestro profesor, estudioso y académico –fue director de la Spanish School del Middlebury College, en Vermont, por entonces miembro del Centro de Estudios Históricos– organizó varios cursos de verano. En uno de ellos, sobre literatura española, realizado entre el 3 de julio y el 21 de agosto de 1931, intervino con un curso sobre la inmortal obra de Cervantes titulado “Análisis de los valores estéticos de la obra cervantina. El Quijote como reflejo del Renacimiento universal”.

Además de impartir conferencias y cursos, Gili Gaya publicó en Ínsula[3] dos reseñas sobre otros tantos trabajos de otro ilustre investigador de la Escuela Filológica Española: Joaquín Casalduero. Se trataba de los estudios Sentido y forma de las novelas ejemplares y Sentido y forma de los trabajos de Persiles y Segismunda. La segunda de las investigaciones mencionadas se publicó en Buenos Aires en 1947, año del IV Centenario del nacimiento de Cervantes[4].

Como todos sabemos, la guerra civil trajo consigo que algunos de los miembros más destacados de la escuela filológica, precisamente los más cervantistas, continuasen su carrera fuera de España. Entre ellos figura Joaquín Casalduero que desarrolló, como muchos de sus colegas, su actividad académica en los Estados Unidos[5].

Como discípulo de la Escuela Filológica Española e investigador del Centro de Estudios Históricos, Samuel Gili Gaya también participó de la predilección del maestro Ramón Ménendez Pidal, por los temas cervantinos y el Quijote.

En un exhaustivo, riguroso e imprescindible estudio, el profesor José Montero Reguera explica y valora la aportación de la Escuela Filológica Española a los estudios sobre el Quijote. Al mencionar a Menéndez Pidal dice:

 

El fundador de esta escuela no se denominó nunca cervantista, ni hoy en día se le puede considerar como tal: sus trabajos más orientados a la gramática histórica, la dialectología y el romancero, incluyen no obstante un nutrido número de páginas sobre cuestiones literarias, de las cuales sólo unas pocas van referidas al Quijote [...]. Realmente, Menéndez Pidal dedicó sólo dos trabajos amplios a esta obra de Cervantes: Un aspecto de la elaboración del Quijote (1920) y Cervantes y el ideal caballeresco (1948)[6].

 

El profesor Montero Reguera menciona que esos trabajos fueron:

 

dilectos para su autor hasta el punto de que los incluyó en la antología de estudios críticos suyos que seleccionó en 1957 con destino a la editorial Gredos: ‘Bien claramente aparece decía Menéndez Pidal que estas páginas sobre el Quijote son por mí preferidas’. La predilección del maestro por los temas cervantinos y el Quijote, de modo más concreto, ha pervivido entre sus discípulos, de manera que raro es el caso del investigador integrante de la Escuela Filológica Española que no haya dedicado siquiera unas páginas de interés a la novela de Cervantes. Es más, este hecho casi parece haberse convertido en una constante de esta escuela[7]

 

Entre la nómina de estos investigadores que trabajaron sobre Cervantes se encuentra Gili Gaya, aunque su contribución impresa se reduce a las dos reseñas citadas anteriormente. Así, pese a que no publicó estudio alguno, no cabe duda de que Gili Gaya era un admirador incondicional de Cervantes y gran conocedor de sus obras. En principio, el motivo que justificaría esta ausencia de estudios podría ser el mismo que el profesor Montero Reguera menciona para el resto de los investigadores de la Escuela de Filología Española:

 

Los que se quedan en España tienen el Quijote en la cabeza, pero escriben poco sobre él, aunque cuando lo hacen ofrecen páginas de enorme interés: Dámaso Alonso, Rafael Lapesa [...]. Pero en general, los objetivos de los filólogos que se quedan en España van por otros caminos; se concentran en otros autores o temas: Góngora, Valle Inclán, Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Dialectología, Historia de la lengua [...]. Como posible razón de la falta de estudios sobre el Quijote se ha sugerido, por ejemplo, el peso excesivo de la tradición filológica que acaso ha impedido la incorporación de otras corrientes críticas; quizás también el extraordinario influjo de las ideas de Castro sobre todos sus discípulos, tanto en Estados Unidos como en España: pero aquellas no eran del todo bien vistas en España, con una situación política que quiso hacer de Cervantes un héroe glorioso con una imagen afín al régimen, muy alejada de la que Castro nos ofreció; acaso por eso los filólogos del Centro de Estudios Históricos[8] en España no se ocuparon con frecuencia del Quijote: por un lado existía la convicción de que poco nuevo se podía añadir a lo ya dicho por Américo Castro y, por otro lado, eran ideas no bien vistas: mejor, por tanto, no acercarse al tema[9].

 

En el caso de Gili Gaya, sus estudios, tras la guerra civil siguieron concentrándose en temas relacionados con la lengua y la literatura española. En el ámbito de la lengua realiza estudios sobre fonética y fonología[10], el lenguaje infantil[11], y prosigue su labor lexicográfica[12]. Y en lo que a la literatura se refiere, sigue con los clásicos[13] y la picaresca[14].

Volviendo a la conferencia sobre el Quijote, los dos temas fundamentales que la vertebran son el modo en que se ha de enseñar la literatura y la interpretación o reflexión realizada sobre la obra cervantina.

Las referencias y opiniones recogidas sobre la enseñanza de la literatura hacen del texto de la conferencia un documento digno de tener en cuenta a la hora de completar la historia de este tema. En éste se aprecia claramente la sensibilidad y preocupación que Gili Gaya sentía por la enseñanza de la literatura, extensible, en su caso, claro está, a la enseñanza de la lengua[15], por la comunicación de una disciplina en la que la misión del docente es definir y marcar unas pautas que encaminen al alumno al reconocimiento del significado y valor de la obra literaria, quien, por su parte, leerá directa y atentamente las obras literarias con las que irá formando poco a poco su criterio como lector. Con las siguientes palabras pone esta idea de manifiesto:

 

...[los docentes] tenemos que contestar a menudo a preguntas como ésta: ¿cómo adquiriría yo unos ojos para ver las obras de arte, que me permitiesen distinguir en ellas lo valioso de lo que no lo es? Yo les respondo a veces con el cuentecillo de unos excursionistas que después de trepar por las sierras durante toda la mañana, llegaron hambrientos a un parador solitario y preguntaron ¿qué se puede comer aquí? El dueño les contestó: Lo que ustedes traigan, porque aquí no tenemos comida y sólo guisamos y servimos lo que los excursionistas traen. Así también cuando delante de un cuadro o un poema se nos pregunta ¿qué hay que admirar aquí? Habremos de contestar al preguntante: Lo que usted traiga. La obra artística nada puede decir a quien no trae a su contemplación una sensibilidad adecuada (Cuartilla 3).

 

El principio que intenta inculcar a profesores y alumnos es sencillo y complejo a la vez. Sencillo porque la literatura sólo se aprende leyendo directamente las obras, y complejo porque depende del profesor, de su habilidad para comunicar los valores estéticos de la obra a los estudiantes que paulatinamente desarrollarán un criterio lector propio. Aunque Gili Gaya no lo mencione explícitamente en su conferencia, al conocedor de la metodología literaria desarrollada en el período de la España franquista no se le escapa que ésta fue la impuesta, hacía ya un siglo, por la ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, conocida como Ley Moyano[16]

Aun sin hacer clara referencia, todo lo expresado por el profesor Gili Gaya en esta conferencia relacionado con la enseñanza de la literatura, e incluso con la interpretación que hace del Quijote, está sostenido sobre los pilares doctrinales de la Institución Libre de Enseñanza, de cuyas ideas educativas no puedo ocuparme aquí. Mencionaré tan sólo que la Institución aspiraba a que sus alumnos pudieran servirse ampliamente de los libros como fuente capital de cultura, pero sin emplear los llamados libros “de texto”, ni las “lecciones de memoria” al uso. Creía que esto contribuía a petrificar el espíritu y a mecanizar el trabajo de clase, donde la función del maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño, excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista, enseñando a razonar con rigor y a resumir con claridad y precisión los resultados. La clase no servía para “dar y tomar lecciones”, es decir, para comprobar lo aprendido fuera de ella, sino para enseñar y aprender a trabajar, fomentando –en lugar de intentando suprimir– el ineludible esfuerzo personal y cultivándolo reflexivamente, a fin de mejorar el resultado.

La competencia del alumno es “leer” directamente los libros, y la de profesor, “explicar” huyendo de la erudición gratuita y farragosa. Del texto de la conferencia se infiere claramente que en la enseñanza de la literatura se impone una regla elemental: literatura significa lectura, no aprendizaje de memoria de una serie de nombres y obras. Es necesario que el profesor haya leído y que el alumno lea. La clase debe ser, ante todo, una incitación a la lectura. Se deben presentar los textos desde un punto de vista correcto científicamente, y asimismo problemático y dialogante[17].

En la época en la que Gili Gaya impartió su conferencia los alumnos no tenían ocasión de leer directamente los textos, práctica que había desarrollado ampliamente el Instituto Escuela de Madrid y que la guerra civil eliminó enérgicamente. Con lograda imagen cinematográfica, Enrique Moreno Báez manifiesta del siguiente modo las nefastas consecuencias de la contienda para la educación: “…entre lo que el viento se llevó no deben olvidarse los esfuerzos del Instituto Escuela de Madrid porque sus alumnos leyeran los clásicos, plasmados en la Biblioteca Literaria del Estudiante, cuyos volúmenes me familiarizaron con muchos de ellos. Cuando yo inicié mi docencia en España (allá por los años cincuenta) de aquellos esfuerzos no quedaban rastros[18].

En el momento de pronunciar su conferencia, Gili Gaya siguió al pie de la letra los principios didácticos y pedagógicos del Instituto Escuela de Madrid, “experimento pedagógico” todavía no superado en la década de los setenta y del cual nunca se apartó, como recoge el texto de la conferencia[19]:

 

...una de las cosas aprendidas en mi experiencia de profesor es el afán de vibrar al unísono con el ambiente juvenil que me rodea. Unamuno (1864-1936) recomendaba a los profesores de Literatura que no fuesen pelmazos, que no aburrieran a sus alumnos en fárragos eruditos. Procuré, pues, aunque no siempre con éxito, no ser un mero transmisor de conocimientos hechos, prefabricados, sino un agitador de temas que suscitasen en la mente y en la sensibilidad de mis oyentes unas ideas de elaboración propia, y en cierto modo inventadas por ellos. Notemos que invención significa literalmente hallazgo; y así quisiera que mis discípulos en vez de ser receptores pasivos de cuanto les voy diciendo, hiciesen ellos mismos en cada clase su pequeño hallazgo personal (Cuartillas 2 y 3).

 

Testigo de esos logros pedagógicos, su colega y amigo Rafael Lapesa los valoró con las siguientes palabras:

 

…con métodos entonces nuevos, logró que los alumnos llegaran a expresarse por escrito en buen castellano y les infundió el amor a la literatura, que les daba a conocer mediante la lectura directa; pero, además, formó a muchos profesores jóvenes, que de él aprendieron el difícil arte de seleccionar y dosificar los conocimientos que habían de transmitir, así como la técnica del comentario de textos. Su comprensión, su capacidad para acomodarse a la mentalidad de adolescentes y profesores noveles, su pericia en distinguir lo esencial de lo accesorio, hicieron de él un excepcional pedagogo[20].

 

En su conferencia, Gili Gaya insistió en que el profesor ha de procurar que sus discípulos, en vez de ser receptores pasivos de cuanto se les va diciendo:

 

han de lograr su pequeño hallazgo personal, intentando desprenderse de las ideas prestadas, y tomándose, en cambio el trabajo de pensar por ellos mismos (…). A todos nos han dicho que el Quijote es una de las grandes creaciones del ingenio humano, pero hay que preguntarse, si en verdad lo sentimos así, o bien no hacemos más que repetir lo que todo el mundo dice, y creemos que cualquier duda o discrepancia por sincera que fuese, nos haría parecer ignorantes (Cuartillas 2 y 3).

 

Y continúa:

 

En esta reunión inaugural y en la festividad de Santo Tomás, me ha parecido oportuno invitar a ustedes a hacer sobre nosotros mismos un esfuerzo de autenticidad para preguntarnos, con la sencillez de un niño, si en verdad sentimos lo valioso de la obra cervantina, y hasta qué punto nos recreamos en su lectura; es decir, ¿por qué leemos el Quijote?, o a la inversa, ¿por qué no lo leemos, o no llegamos a leerlo entero? (Cuartilla 4).

 

Tras dejar bien claro que la lectura de los clásicos y de los buenos y excelsos escritores españoles en general, y del Quijote en particular, contribuye al mantenimiento y desarrollo de la imaginación y al espíritu creativo en los jóvenes, así como al progresivo enriquecimiento del vocabulario, Gili Gaya entiende que uno de los motivos fundamentales por los que debemos leer el Quijote es el modelo de conducta vital que Cervantes transmite enternecedora y magistralmente a través de su personaje. En su conferencia, tras pasar revista a las diferentes interpretaciones que la crítica ha realizado del Quijote a lo largo del tiempo, Gili Gaya propone la suya particular y así declara que él está muy lejos de pertenecer a la “arqueología literaria” y que la obra de Cervantes conserva “fresca su vitalidad”, interesando y conmoviendo a las sucesivas generaciones (Cuartilla 5). Como verdadero clásico que es, el Quijote mantiene una actualidad permanente, total o parcial que puede fundarse en motivos variables según la sensibilidad de cada época. En tanto que clásico de la literatura, Gili Gaya opina que

 

Don Quijote es una obra [...] que desde 1605 ha dicho algo a sus lectores de todos los tiempos. Lo prueba el hecho de que todos los hispanos, a uno y otro lado del Atlántico, llevamos dentro una imagen física y moral de Don Quijote y su escudero. Aun los que nunca lo leyeron ni tienen noticia alguna de Cervantes, los conocen como personajes folklóricos elaborados por una tradición oral, a veces borrosa y a veces precisa, pero suficientemente certera para que ante cualquier situación de la vida puedan darnos respuesta e esta pregunta: ¿qué harían D. Quijote y Sancho en este caso? Son dos tipos humanos universales que, junto a Celestina y Don Juan, la literatura española ha dado al mundo, y que independientemente de la obra cervantina, tienen vida propia en todas las latitudes, al lado de Hamlet y Fausto, universales también (Cuartillas 6 y 7).

 

A continuación Gili Gaya pasa revista a la valoración constante que nuestros antepasados han realizado sobre el Quijote para proponer al auditorio unas reflexiones acerca de la visión que de él tiene “nuestro tiempo” (Cuartilla 7). Aunque es imposible reseñar la interpretación que cada época o movimiento literario ha realizado del Quijote, sí me parece imprescindible para comprender la lectura que propone Gili Gaya, mencionar las siguientes palabras recogidas en la conferencia: “Cada generación estima o desestima a los clásicos por motivos diferentes, y a veces contradictorios; porque la percepción de valores artísticos depende en primer término de nuestra sensibilidad” (Cuartilla 7), que junto al relativismo, creado por la fenomenología filosófica en el siglo XX, “ha dotado a los que no somos filósofos ni físicos de una propensión a jugar con la verdad objetiva y la subjetiva, a ver los contrastes entre las realidades y las apariencias; a pensar si el mundo verdadero es el de Don Quijote o el de Sancho” (Cuartilla 15).

 

A propósito de esta reflexión, trae a colación los episodios del yelmo de Mambrino, los molinos de viento y los rebaños protagonizados por don Quijote. En estos episodios, según nuestro conferenciante, no se trata de resolver un problema filosófico, sino de abordar un tema estético:

 

A nadie se le ocultarán las grandes posibilidades artísticas de esos personajes que obran según su verdad interior, aunque estén en discordancia con la verdad interior de los demás. Por esto Cervantes sentía predilección por contar historias de locos-cuerdos, como el licenciado Vidriera (…). Hasta Cervantes los personajes novelescos están hechos con patrones genéricos, y no individuales. Las Dianas y Galateas, Silvanos y Nemorosos de la novela pastoril son arquetipos anteriores a las situaciones en que se van a encontrar (…). La novedad principal de Cervantes en la evolución de la novela, consiste en dotar a todos de un alma individual, y con reacciones nunca previsibles de antemano, porque cada uno lleva dentro su imagen personal del mundo y de la vida (Cuartillas 15-16 y 16 bis).

 

 

Como ejemplos, Gili Gaya propone al ventero, la ventera, la hija de ambos, y a Maritornes.

A partir de aquí, Gili Gaya centra aún más su interpretación de la obra cervantina. Da por sentado en el hombre contemporáneo una sensibilidad cultural derivada de su familiaridad con la novela y el teatro realistas, y un conocimiento del psicoanálisis literario y cinematográfico cuya consecuencia es un “fino sentido de los caracteres y una perspicaz agudeza para captar su motivación interna” (Cuartilla 16). Gracias a la familiaridad con todos esos elementos culturales, el hombre moderno

 

se halla especialmente cultivado para gozar con los personajes cervantinos, siempre individualizados, y sentir los conflictos a que los ha de llevar la imagen particular del mundo que cada uno lleva dentro de sí. El juego de contrastes humanos a que estamos acostumbrados agudiza en el hombre actual su percepción del humor. Abundan hoy en todos los países los escritores humoristas (…). Nuestro tiempo estima el humorismo, y por ello está dotado de una receptividad despierta para percibir sus manifestaciones literarias (Cuartillas 17-18).

 

 

En el texto de la conferencia, Gili Gaya define el humorismo como

 

La facultad de ver lo que hay de serio, y aun de trágico, en las situaciones más regocijadas; o viceversa, ver la comicidad, la ridiculez sustantiva de los momentos más seriamente patéticos; es saber dar saltos de lo sublime a lo grotesco, de la comedia al drama (…). El humorismo de buena ley se asienta sobre una base de pensamiento y experiencia; pero no sería humorista quien no supiera sentir. De aquí la complejidad y la excelencia del humor; y Cervantes cuenta entre los más grandes humoristas del mundo (Cuartilla 19).

 

Refiriéndose al autor del Quijote, hace la siguiente reflexión:

 

Hombre acosado siempre por la pobreza, perseguido por los azares de la fortuna; conoció el cautiverio y las cárceles; sufrió, sintió mucho; pero supo enfrenar su sentir con mirada profunda, comprensiva e indulgente. Comprender es perdonar. Y su pluma sabe trazar con simpatía a toda la extensa galería de sus personajes; no hay personajes repelentes en las obras cervantinas; aun los pícaros, los tahúres, los ladrones y las mozas del partido están trazados con indulgente y humana comprensión, y hasta con mimo (Cuartilla 20).

 

Y continúa diciendo:

 

Nada más lejos del ingenio frívolo que el humorismo con se presentan los personajes cervantinos, grandes y pequeños. Y en medio de todo ellos, Quijano el Bueno, Don Quijote el extremado, del que todos se ríen y que tiene –como dijo, cita ahora Gili Gaya a Benavente la grandeza de dejarse engañar [...]. Comparando a don Quijote con Charlot, que después de cada fracaso sigue su camino dando vueltas a su bastoncito, ...nuestro caballero de la Triste figura, con las armas abolladas y la lanza rota, pasea su ideal por las vastas llanuras de la Mancha, desfaciendo entuertos y ayudando a los menesterosos (Cuartilla 21).

 

Tras estas y otras reflexiones, Gili Gaya da por finalizada su intervención manifestando a los oyentes su deseo de que “esta lección” –así denomina su conferencia– contribuya “a conquistar en nuestra conducta esa sonrisa cervantina, agridulce y jocoseria, que enseñaría a los jóvenes a no envanecerse con los éxitos ni desesperarse con los fracasos; y a los viejos nos adiestraría en la difícil asignatura de comprender y perdonar, que, en lo divino y en lo humano, es esencia de Amor” (Cuartilla 21).

Sin aludir directamente al momento histórico en el que se impartió la conferencia –mediados de la década de los sesenta–, ni a la situación política, educacional, cultural y literaria de la España franquista, don Samuel proponía una metodología para la enseñanza de la literatura muy arraigada en él desde los inicios de su actividad docente, y presentaba una lectura del Quijote profunda, ética y filosófica, pero sobre todo sabia e inteligente, que incluía el humorismo como actitud frente a la vida. Se trata de una lectura muy probablemente derivada y relacionada, de forma más o menos directa, consciente o inconsciente, con su trayectoria académica e investigadora que se vio seriamente afectada por la guerra civil y sus consecuencias.

No cabe duda de que Gili Gaya se muestra como un hombre generoso en esa conferencia en la que trata sobre la educación, la importancia de la lectura y el Quijote como lectura ejemplar para la vida, al hacer total abstracción de todo lo negativo que la guerra civil supuso para su vida y su carrera, como bien destacó su colega y amigo Rafael Lapesa, en la semblanza que le dedicó tras su fallecimiento: “Mucho tuvo que ejercitar esta virtud pues la injusticia le hirió repetidamente, a veces de manera vejatoria; pero él supo mantener siempre una actitud de equilibrada serenidad, hermana del buen sentido, del seny que pilotó a la vez su proceder en la vida y su labor intelectual[21].

La guerra civil trajo consigo el fin del Instituto Escuela y del Centro de Estudios Históricos. Durante la guerra, don Samuel se desplazó a Valencia y Barcelona. Pero lo peor estaba por llegar ya que no se salvó del “frenesí depurativo que siguió al término de la contienda”[22]. El tribunal ante el que compareció acusó de izquierdista a un hombre de ponderada actitud liberal, y le tachó también de catalanista (¿sería por sus estudios sobre la literatura catalana?), pese a haber entregado su vida al estudio y enseñanza de la lengua y literatura castellanas. El injusto cargo pasó a la jurisdicción militar: don Samuel hubo de sentarse en el banquillo, aunque el fiscal, con buen sentido, retiró la acusación. Menos ecuánimes se mostraron los depuradores del Ministerio de Educación, que le trasladaron al Instituto de Santander y después al de Torrelavega, donde fue nombrado, con carácter definitivo, catedrático del Instituto de esta ciudad el 30 de diciembre de 1942. Allí ejerció hasta 1945, año en el que marchó a Madrid en comisión de servicio para reanudar las tareas del Laboratorio de Fonética y las del Tesoro lexicográfico, interrumpidas una y otra vez desde 1936. En septiembre de 1956 se reincorporó al Instituto de Torrelavega y en 1959, cumplidos los cuarenta años de servicio, se jubiló como catedrático. Cuando volvió a Torrelavega a impartir la conferencia sobre el Quijote habían transcurrido, más o menos, dos décadas. Y según parece desprenderse del texto de la conferencia, no guardaba rencor, ni pesar, sino buena predisposición a seguir enseñando con optimismo y con humor, según el testimonio de Lapesa: “En aquellos años (durante la guerra, la depuración y el destierro) superó adversidades y vejaciones a fuerza de humor y de laboriosidad. Almacenaba en su memoria cuantos chistes políticos se le contaban y sacaba fuerzas de flaqueza para llevar adelante su obra, contra viento y marea[23].

 

 

 

Bibliografía completa

 

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VILA RUBIO, María Nieves, Samuel Gili Gaya: estudio biográfico e introducción a su obra lingüística, tesis doctoral, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1994.

 

 

 

 

 

 

 

 



* Esta intervención corresponde al texto de una conferencia que se leyó en: Tus obras los rincones de la tierra descubren. VI Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, celebrado en Alcalá de Henares en diciembre de 2007. La versión en línea que aquí presentamos ha sido revisada (© 2008 Midesa s.r.l.).

[1] Este trabajo se inscribe en el marco más amplio que constituye el proyecto (concedido en el marco del Programa Nacional de Promoción General del Conocimiento-Filología y Filosofía (BFF), con la referencia HUM2005-02055 (2005-2008) de investigación que bajo el título de Historia de la enseñanza y el aprendizaje de la lengua española (gramática y literatura) en España durante el siglo XX (1907-1970), se plantea como objetivo principal el estudio de la enseñanza y el aprendizaje de la lengua y la literatura españolas en varias de sus facetas durante los dos primeros tercios del siglo XX, concretamente, de 1907 a 1970. Este proyecto tiene como meta la elaboración de una historia de la didáctica de la lengua y la literatura españolas en España en el período mencionado, entendida como la historia de los cambios científicos en lengua y literatura en relación con el canon histórico y el contexto sociopolítico y educativo. Todo ello se enmarca en un programa de recuperación historiográfica iniciado en anteriores proyectos del equipo de investigación, fundamentalmente centrados en la figura y la labor filológica del gramático y filólogo Samuel Gili Gaya, que partían del estudio de su archivo profesional recibido como legado por la Universitat de Lleida. La trascendencia de la labor docente de Gili Gaya en los ámbitos de la lengua y la literatura españolas nos ha impulsado a abordar este trabajo, más amplio, a la vez que nos permite proseguir una tarea de investigación documental en relación con las realizaciones en materia científica y didáctica de la época en estudio.

[2] La información acerca de la fecha de esta conferencia fue proporcionada en su día a la profesora Vila Rubio, por el director del Instituto de Torrelavega, Sr. Clemente González.

[3] Ínsula, 1947, 16, 5, e Ínsula, 1948, 27, 4, respectivamente.

[4] Para un conocimiento más detallado de los libros y artículos que aparecieron en este año conmemorativo véanse Fernando Valls y José Carlos Mainer, La enseñanza de la literatura en el franquismo (1936-1951), Barcelona, Antoni Bosch, 1983; José Montero Reguera, “La crítica sobre el Quijote en la primera mitad del siglo XX”, en Antonio P. Bernat Vistarini (coord.), Volver a Cervantes. Actas del IV Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas (Lepanto, 1-8 de octubre de 2000), Palma, Universitat de les Illes Balears, Servei de Publicacions i Intercanvi Científic, 2001, tomo I, pp. 195-235.

[5] J. Montero Reguera, art. cit.

[6] Ibidem, pp. 213-14.

[7] Ibidem, p. 214.

[8] Centro al que perteneció activamente Gili Gaya.

[9] J. Montero Reguera, art. cit, p. 215.

[10] Elementos de fonética general, Madrid, Gredos, 1950; El ritmo en la poesía contemporánea. Lecciones dictadas en la Cátedra Milà i Fontanals de la Universidad de Barcelona, Barcelona, Universidad, 1956.

[11] “Funciones gramaticales en el habla infantil”, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1960. Publicado también, con enmiendas y adiciones, en Estudios de lenguaje infantil, Barcelona, Bibliograf, 1972, pp. 31-93.

[12] Diccionario de sinónimos, Barcelona, Bibliograf, 1958.

[13] Diego de San Pedro, Tratado de amores de Arnalte y Lucenda, Madrid, Real Academia Española, 1950; Amadís de Gaula. Lección profesada el día 18 de febrero de 1956, Barcelona, Universidad, 1956.

[14] “Apogeo y desintegración de la novela picaresca”, en Guillermo Díaz-Plaja (ed.), Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona, Vergara, 1953, tomo III, pp. I-XLIII, y en este mismo volumen “La novela picaresca en el siglo XVI”, pp. 81-103.

[15] En el archivo se conserva un importante bloque sobre la didáctica de la lengua y de la literatura cuyo estudio ha empezado ya a llevarse a cabo.

[16] El esquema educativo diseñado por la Ley Moyano resistirá no sólo la segunda mitad del siglo XIX sino también la segunda del XX, F. Valls y J. Carlos Mainer, op. cit.

[17] Andrés Amorós en Literatura y educación. Encuesta realizada por Fernando Lázaro Carreter, Madrid, Castalia, 1974.

[18] Ibidem, p. 98.

[19] Rafael Lapesa, Don Samuel Gili y Gaya: semblanza y obra, Lérida, Instituto de Estudios Ilerdenses, Cátedra de Cultura Catalana Samuel Gili i Gaya, 1976.

[20] Ibidem, p. 197.

[21] Ibidem, p. 195.

[22] Ibidem.

[23] Ibidem, p. 199.