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3.1.1. Las sextas y séptimas damas

 

 

El análisis de los datos con los que contamos acerca de los papeles desempeñados por las actrices a lo largo del siglo XVII confirma en general la enumeración mecánica y la estructura jerárquica indicada por Oehrlein en el ámbito de la especialidad dramática de las actrices, lo que ratifica, por consiguiente, que una compañía teatral del Seiscientos podía contar hasta con cinco “damas”, al menos hasta la década de 1670, fecha a partir de la que se puede documentar de forma sistemática en la composición de las agrupaciones teatrales de la época también la presencia de la “sexta dama” a la que se asocia, siempre a partir de la década de 1670, la simultánea presencia de la “séptima dama”.[1] Pero si en estas tres décadas consideradas (1670-90) el número total de las actrices activas como sextas damas, que asciende a 49, es bastante más elevado respecto al total de aquellas activas como séptimas damas, que llega a 8, se puede constatar también que el número de actrices documentadas como sextas damas se mantiene casi del todo invariable en el curso de dichas décadas,[2] mientras que cambia el de aquellas activas como séptimas damas, que aumenta ligeramente en la última década del siglo XVII.[3]

Aunque contemos con casos de actrices que desempeñaron el papel de sexta y séptima dama, ha sido imposible determinar en qué se concretaba la ejecución de dichos papeles. Su presencia tardía en la composición de las compañías podría sugerir, sin embargo, que ambos fueron la consecuencia inmediata de aquel proceso paulatino de caracterización de las funciones dramáticas desempeñadas por las actrices en la época, proceso que, por tanto, no llegó a su definitivo alcance a mediados del siglo XVII, sino que continuó en las décadas siguientes. Dicha caracterización de los papeles pudo estar determinada, a su vez, por aquel progresivo aumento de la presencia femenina en el seno de las compañías teatrales que se registra a lo largo del siglo XVII.

Si el aumento de la presencia femenina que se registra en el seno de las compañías teatrales a lo largo del siglo XVII podría justificar la presencia en ellas de las sextas y séptimas damas, es también probable que dicho aumento contribuyese, a su vez, a una mayor caracterización de las especialidades dramáticas femeninas, cuya consecuencia más inmediata fue el incremento de la jerarquización de la categoría de “damas” que de cinco pasaron a seis y, en ocasiones, hasta a siete.

 



[1] En las décadas anteriores se pueden documentar casos aislados de actrices activas en dicho papel. Se trata de las actrices Bernarda Ramírez documentada como sexta dama en 1639, Juana Caro en 1644 y Beatriz López entre 1655 y 1656. 

[2] De hecho, 17 es el total de las actrices activas como sextas damas tanto en la década de 1670, como en la década de 1680, número que disminuye ligeramente en la década siguiente, pasando a 15.  

[3] En la década de 1670 sólo tenemos documentada como séptima dama a Jerónima Ramírez, la Udrina, número que pasa a dos en la década siguiente (Ángela García y Ángela de León (San Román), para aumentar a cinco en la década de 1690 (se trata de las actrices Ángela de León (San Román), Josefa de Sandoval, María de Villavicencio, la Chamberga, Josefa de Cisneros y María Blanco, la Ronquilla.